sábado, 20 de noviembre de 2010

Como nadando: guiño a lo Kerouac para Mark Sandman

Pues claro que me gustaría encontrar a mi Dean Moriarty, alguien que me ayude a olvidar el fuego o al menos tratar de apaciguarlo, ese fuego que tira de mí cada día y me muestra el infierno y me dice que lo estoy pisando; y el whisky está francamente inalcanzable en cualquier bar, pero tu melosa voz me conmueve y me hace ser grande, y Dana Colley irrumpe entre el humo, el maravilloso humo que después me hace poner la ropa en el balcón para que se airee, y pienso en los amigos, los que se fueron, los que se están yendo, ya lo dije una vez, por naturaleza o por mujeres -que lo llamen como quieran-, y me siento triste porque no sé adonde va a parar todo ésto, o sí lo sé y no quiero verlo, y pienso en desiertos y carreteras que no llevan a ningún sitio, y las horas de las noches van encogiendo hasta que noto cómo mi corazón bombea con fuerza mi sangre hasta el cerebro, y me pongo a cantar como si fuese lo último que haría en la vida, en otra vida que no se corresponde con este momento en concreto, porque mañana ya no seré yo sino otro, el de costumbre, el que se alegra por cualquier tontería, el que se empeña en ser un optimista resignado que cumplirá mañana treinta y cuatro años.

Hola Dean, ¿no estás por ahí?