miércoles, 10 de abril de 2013

A n ó n i m o

Una crítica mordaz
auténtica
de una elocuencia increíble
mi primera crítica

con exactitud no la recuerdo
(estaría bueno...!)
unas pocas palabras separadas por una coma
que por supuesto borré de inmediato
pero que me dejó
al terminar una primera lectura
una rara sensación triunfal y triste a la vez al constatar
un desconocimiento absoluto hacia lo prójimo
o hacia esos lugares comunes de los hablara don Julio
por no mencionar su falta de tacto
en identificar cierto guiño a Ricardo Reis
-apunta anónimo
esa otra cara de Pessoa
no había más propósito en el poema-.

Yo sé que la mayoría de los que dicen escribir poesía
se creen los únicos poetas
y ello hizo elevar orgullosas
mi soledad y las ganas de seguir escribiendo y leyendo
leyendo y escribiendo
de seguir con ésto
donde como puedes ver
no me escondo detrás de la mediocre y cobarde
máscara del anonimato.
Te lo digo con toda la sinceridad posible
de la que es capaz un poeta.
Ahí te dejo otra directa.
Sólo te falta comprenderla.


jueves, 24 de noviembre de 2011

Cuestión de impulsos

Ellas aún duermen. Me he despertado llorando por una pesadilla. Una pesadilla que representa el mayor miedo de un padre. Voy a la cocina y preparo la cafetera. Miro la pila de platos que esperan a ser fregados. Distingo restos de la cena, sobras que han perdido su color y aspecto originales, como una vieja fotografía. Voy al dormitorio mientras sube el café. Mi mujer se ha despertado. Nuestra perra Luna nos da los buenos días desperezándose de forma exagerada. Elijo la primera camisa que veo, los primeros zapatos que veo, me pongo el pantalón que está al lado de la cama. Entro en el cuarto de baño. Cuando salgo el café ya me espera encima de la mesa del salón. Mi niña da sus últimos bostezos antes de acceder a que la vista. En la calle el barrio parece despertar de su letargo. Comienzan a oirse las primeras voces, las pequeñas algarabías de cada mañana. Mi mujer le da doscientos besos a nuestra niña. Se va al trabajo, aunque para ella, afortunadamente, no es un "trabajo". Miro el salón. Se ven los cojines del sofá amontonados en un rincón, vasos con resto de efferalgan de anoche (sí, otra vez estoy resfriado...), los muñecos despelucados y medio desnudos de nuestra pequeña, las decenas de cuentos esparcidos por la mesa... Todo tendrá que recogerse cuando vuelva del colegio. Esperamos unos diez minutos viendo los pingüinos de Madagascar y bajamos para coger el coche. Acomodo a mi niña en el asiento adaptado y me doy cuenta de que cada vez es más difícil cerrarle la correa que asegura una correcta sujección. Dios, cómo crece, pienso. Llegamos al colegio y pasamos entre inumerables personas, la mayoría mujeres, que también han traído a sus retoños. No sé el motivo, o no quiero saberlo, pero me siento observado. Me despido de mi niña dándole un beso en la mejilla, le quito el abrigo y le entrego su pequeña mochila donde lleva el desayuno. Ella entra en el recinto y se dirije a una percha comunitaria donde la deja colgada. Se da la vuelta, me tira otro beso con la mano y entra en su clase. Para comérsela... Al salir del colegio uno se entera, sin pretenderlo y de soslayo, de las opiniones de las gentes sobre los temas más diversos: un programa de televisión en el que meten a cuatro individuos en una granja para que "sobrevivan" o se las apañen como puedan, el resultado de las elecciones recientes, la enfermedad de un familiar de alguien, el Betis y su racha más que negativa de resultados, alguna que otra carcajada que me retuerce el estómago. De vuelta a casa paro en la cafetería para comprar un euro de churros. Enfilo las escaleras hasta el tercer piso y observo por el suelo colillas de cigarrillos, cáscaras de pipas, papeles de propaganda del supermercado Caliser... Entro en el piso masticando ya el primer churro, preguntándome por el civismo de mis vecinos. Por el balcón comienzan a entrar toda clase de sonidos desagradables: un hombre de unos treinta años vociferando su oferta de diez kilos de papas por dos euros, el butanero agitando su mercancía de manera desmesurada para hacer notar su llegada al barrio, de la carnicería que se encuentra justamente debajo del balcón llegan los implacables hachazos a grandes trozos de carne de Monesterio, la muchacha en pijama que le grita a su padre desde el balcón que traiga un café del bar... Abro las persianas de toda la vivienda para que se ventile. Hago las camas, doblo las mantas del sofá y coloco estratégicamente sus cojines, pongo los mandos a distancia al lado del pequeño equipo de música. Veo el cd que grabé ayer. Una selección de discos setenteros en mp3: Bowie, Iggy, Patti Smith, Television, el Hot Rats de Zappa (sí, sesentero, pero imprescindible hasta el fin de los tiempos), la Creedence, Lou Reed, el L.A. woman (por favor...) y otros... Lo pongo en modo aleatorio. Comienzan los primeros compases de Sixteen. Comienza la mañana... Miro el nuevo portátil que me han regalado por mi cunpleaños. Lo enciendo y tengo el impulso de escribir esto, puede que para tratar de averiguar de donde nace esta sensación que tengo aquí dentro.

jueves, 6 de octubre de 2011

Un pasmo


Todo lo que fui
todo lo que soy o podría haber sido
todo lo que ¿seré?
está en mis palabras anónimas

son mi honestidad manchando papeles
humildes visiones de un desconcierto
donde la modestia me empuja a seguir

Yo soy todo lo que tengo

lunes, 22 de agosto de 2011

...acerca de Delirium Tremens


Principios de julio de 2.011

Más de dos años esperando desde que me quedé en el paro. Dos años que se han pasado en un plis plas, en los que he intentado hacer algo que no resultó, que no terminó de cuajar, y mientras tanto he estado mirando con recelo a todo jefe potencial. Ahora se presenta una oportunidad. Una oportunidad que me hace dudar de mis aptitudes y de la realidad tal y como me la exponen, pero al parecer, y a ojos de todos, se trata de una buena oportunidad. Dos entrevistas con el individuo. Absolutamente como casi todos: analfabeto sin solución. Dos entrevistas fructíferas, me atrevería decir. Se suponía que empezaba hoy. Ha llegado y ni los buenos días. Me ha propuesto un aplazamiento en el comienzo de nuestra relación laboral. Cosas del contrato, de mis vacaciones, que se queda sin bonificaciones en la Seguridad Social… He retomado el camino a casa llorando extrañamente. Y no sabría decir por qué. Hacía tiempo que no lloraba...

lunes, 16 de mayo de 2011

Puro teatro


Toda la historia es mentira
porque yo no la he escrito
-este viento de ahora
que aturde mis sentidos
es verdadero-

se me vienen a la cabeza
rumores que hablan de despedidas
sensaciones que tomando un camino seguro
nunca volverán
épocas pasadas que espero siempre sean pasadas

hoy en día
desalentado por el desencanto
de los años que vendrían y llegaron
-qué temprano llegaron, se presentaron así,
de pronto-
sumerjo mi mente entre rudos paréntesis
que aíslan del mundanal ruido

a saber

lo que de uno se espera y lo que
en realidad se es
la continua sensación de autoengaño
el infructuoso frotar de ojos incrédulos
lo efímero e insignificante y absurdo
de todo este teatro.

Atravesando la que estimo es
tercera cuarta parte del paseo
una excluyente claridad se presenta muy de
cuando en cuando -para qué negarlo-
y me advierte o mejor dicho me recuerda
que no tiene tacto la certeza
que ésta no posee consistencia
que la única existente se compone
o bien de un hedor insoportable o bien
de lugares de últimas palabras sobrevolados por el viento

pero tampoco es conveniente
prestarle demasiada atención a lo que
se dice
puede resultar consecuencia
de un simple exceso de protagonismo
por parte del personaje

del mismo que ahora escribe.

sábado, 7 de mayo de 2011

...acerca de Delirium Tremens

Como en su día te contesté te conocí en el antiguo bar llamado… Bueno tú ya sabes cómo se llamaba. No me alejaría mucho de la verdad si ahora te dijera que me produjiste una impresión extraña, una mezcla de sobresalto y de escalofrío agradable la primera vez que me miraste. Bueno, conocerte… en sentido estricto conocerte no te conozco, simplemente te vi aparecer una noche por allí y las siguientes noches (podrían ser milquinientastreintaydos…?) entraba buscándote como un yonqui busca su dosis por todos los rincones, que mira que tenía rincones el bar, y si no te veía pues seguía con lo mío, es decir atiborrándome de cerveza y tratando de disfrutar de la música que ponía normalmente el dueño del local, y si te veía ya la cosa cambiaba, me explico, me anclaba en la barra y ni disfrutaba de música alguna ni escuchaba a nadie, ni fumaba, ni nada de nada. Tu visión anulaba por completo mi voluntad, hasta un mero intento ínfimo de voluntad por mi parte, sólo me apetecía quedarme allí mirándote (sí, he de reconocer que a veces, dependiendo de la cantidad de cerveza ingerida, lo hacía de una forma más que descarada) viendo como tu ¿novio?¿acompañante? se mosqueaba un huevo por la situación pero que nunca se acercó y me dijo algo (aún no entiendo cómo) y, por qué no decirlo, también esperanzado en que te me acercaras y me dieras aunque fuera un bofetón, oh!, cómo me habría encantado…!!! Y me preguntas, después de tanto tiempo invertido en averiguar tu nombre, dónde vives, tus gustos y tus adjetivos, si tienes hermanos o hermanas, qué tal te llevas con tu madre, si te gustan realmente las compañías que frecuentas, de si crees que la poesía puede cambiar un estado de ánimo, una vida; después de pasar innumerables noches en blanco sólo imaginando la línea de tu labio inferior, hora tras hora, intuyendo el olor de tu cálido aliento, preguntándome y al mismo tiempo afirmando si tendrías cosquillas en el estómago, si tu piel colmaría todas las expectativas que se habían creado las yemas de mis dedos, me preguntas si te conozco. Por dios, pues claro que no. Qué más quisiera… No sé nada sobre ti. Sólo sé tu cara.

domingo, 1 de mayo de 2011

Sabato

[...] Es entonces cuando además del talento o del genio necesitarás de otros atributos espirituales: el coraje para decir tu verdad, la tenacidad para seguir adelante, una curiosa mezcla de fe en lo que tenés que decir y de reiterado descreimiento en tus fuerzas, una combinación de modestia ante los gigantes y de arrogancia ante los imbéciles, una necesidad de afecto y una valentía para estar solo, para rehuir la tentación pero también el peligro de los grupitos, de las galerías de espejos. En esos instantes te ayudará el recuerdo de los que escribieron solos: en un barco, Melville; en una selva, como Hemingway; en un pueblito, como Faulkner. Si estás dispuesto a sufrir, a desgarrarte, a soportar la mezquindad y la malevolencia, la incomprensión y la estupidez, el resentimiento y la infinita soledad, entonces sí, querido B., estás preparado para dar tu testimonio. Pero, para colmo, nadie te podrá garantizar lo porvenir que en cualquier caso es triste: si fracasás, porque el fracaso es siempre penoso y, en el artista, trágico; si triunfás, porque el triunfo es una especie de vulgaridad, una suma de malentendidos, un manoseo; convirtiéndote en esa asquerosidad que se llama un hombre público, y con derecho (con derecho?) un chico, como vos mismo eras al comienzo, te podrá escupir [...].