viernes, 17 de diciembre de 2010

...acerca de Delirium Tremens

En cierta ocasión que se disponía a acostar, cuando entreabrió la puerta de la habitación donde su cama se encontraba, le pareció como si todos los instrumentos musicales de viento existentes en el mundo entonasen, al unísono, un interminable "fa" que cortó de golpe su hasta el momento pausada y tranquila respiración. Su perplejidad, su asombro, fueron tomados en cuenta por aquella figura. "Ni Goya, ni Rubens, ni Leonardo da Vinci ni cualquier otro. Nadie pintó jamás cuadro semejante. Habían nacido en una época anterior. El privilegio de este momento sólo es mío".

El ambiente nihilista de aquella única nota dejó paso, lentamente, desde lo bajito y sin darse cuenta, a "Five to one". Entonces la quietud tomó movimiento. Acercándose indeciso aún no creía lo que tenía ante sus ojos. "Me da miedo despertar; si voy a despertar que sea ahora, ¡ya!, no después, por favor". No despertaba. Siguió aproximándose a aquella imagen cuando escuchó un leve e impaciente "ven" que provenía de su boca sellada, roja y deslumbrante como un semáforo que indica parar. "Jim tenía que estar muy borracho cuando grabó este tema; o bien fingía estarlo, quién sabe". "Ven", otra vez, ya con cierta insistencia y al mismo tiempo como no dándole importancia, como si no pasara nada si no fuera. Pero siguió avanzando y su mano comenzó a alargarse en la penumbra del atardecer hasta palpar, con dedos temblorosos, nerviosos, con dedos que nunca estuvieron tan cagados de miedo, sus rojos labios que llenos de sangre caliente parecían, piel de la cereza más dulce, productora de aquel jugo salado por tanta fricción que ya imaginaba, que ya saboreaba. "Por favor, que no despierte ahora. Robbie Krieger entra rompiendo literalmente la canción en dos".

Y aquel camisón que dejaba ver las rodillas, una encima de la otra, ligeramente encorvadas las piernas, el insinuante círculo de su estómago invadido apenas por la abertura de un largo escote que deja a la vista su pecho izquierdo, un tocinito de cielo.


sábado, 20 de noviembre de 2010

Como nadando: guiño a lo Kerouac para Mark Sandman

Pues claro que me gustaría encontrar a mi Dean Moriarty, alguien que me ayude a olvidar el fuego o al menos tratar de apaciguarlo, ese fuego que tira de mí cada día y me muestra el infierno y me dice que lo estoy pisando; y el whisky está francamente inalcanzable en cualquier bar, pero tu melosa voz me conmueve y me hace ser grande, y Dana Colley irrumpe entre el humo, el maravilloso humo que después me hace poner la ropa en el balcón para que se airee, y pienso en los amigos, los que se fueron, los que se están yendo, ya lo dije una vez, por naturaleza o por mujeres -que lo llamen como quieran-, y me siento triste porque no sé adonde va a parar todo ésto, o sí lo sé y no quiero verlo, y pienso en desiertos y carreteras que no llevan a ningún sitio, y las horas de las noches van encogiendo hasta que noto cómo mi corazón bombea con fuerza mi sangre hasta el cerebro, y me pongo a cantar como si fuese lo último que haría en la vida, en otra vida que no se corresponde con este momento en concreto, porque mañana ya no seré yo sino otro, el de costumbre, el que se alegra por cualquier tontería, el que se empeña en ser un optimista resignado que cumplirá mañana treinta y cuatro años.

Hola Dean, ¿no estás por ahí?

viernes, 29 de octubre de 2010

Bar Coffee Shop Car


Muchas veces fui en su interior hacia lugares insospechados y he de decir la verdad: siempre temí que nos dejara tirados por el camino. Recuerdo que hará unos cinco o seis años nos embarcamos en un viaje para un festival de música en Portugal, de esos que duran un fin de semana. A ciencia cierta no sabía a cuanta distancia estábamos de allí cuando salimos de Alcalá. El mapa que llevábamos era algo arcaico y yo suelo ser malísimo para orientarme. Era el copiloto y llevábamos tal bolillón encima que la idea de perdernos se nos presentaba no sin cierto atractivo. Pero llegamos. Serían las once o las doce de la noche. Allí había diez millones de personas, el festival propiamente dicho había comenzado hacía ya tiempo y aparcamos el coche en una explanada en la que había diez millones de vehículos entre caravanas, furgonetas, motos y alguna que otra bicicleta. En el culo del mundo estábamos.

Compramos los abonos e inmediatamente buscamos algo de comer. Cuántos kebaps engullimos aquella noche no sabría decirlo. Lo que sí diré es que disfrutamos de unos conciertazos de Jamiroquai y Primal Scream que jamás olvidaré. Luego nos fuimos al Bar Coffee Shop Car a por las cervezas que nos esperaban heladas en la nevera. Cuántas cervezas nos bebimos antes de echar hacia atrás los asientos y tratar de dormir algo tampoco sabría decirlo.

El siguiente día lo tengo en mi mente como si hubiera sido un sueño. Recuerdo que bajamos hasta el pueblo, Zambujeira do Mar se llamaba. De pronto, un hombre ya entrado en años se acercó a mi colega y, señalando su camiseta, en la que aparecía una fotografía de Björk, le dijo: "I know the music, it's my life", y se esfumó. De allí seguimos bajando hasta una pequeña cala en la que sus moradores parecían encontrarse en el mismo estado hipnótico que en el que yo estaba. Para más inri, comenzó a levantarse una niebla extraña que nos traía volutas blancas y grises (después nos enteramos que había habido importantes incendios forestales por la zona), y un chico se puso a tocar un didjeridu al lado nuestra, un instrumento de un metro o metro y medio de longitud, como un tubo, típico de los aborígenes de Oceanía, que desprende un sonido grave y suave capaz de dejar dormido a cualquier animal salvaje. Y la de botellines que cayeron aquel día también... Tantos nos bebimos que a la segunda noche de conciertos, es decir, ese mismo día, no asistimos. Nos quedamos en el coche escuchando cómo tocaban Morcheeba (que tampoco era santo de nuestra devoción, todo hay que decirlo), y comiendo otro kebap acompañado de otros botellines.

Al día siguiente tocaba la vuelta, cerca de seis horas de viaje por delante y con un cuerpo que ya os podéis imaginar. Por supuesto duró mucho más, ya que teníamos que explorar las calas que habrían por aquellos parajes expectaculares. No sé cómo nos adentramos en un parque natural y llegamos a una calita a la cual se accedía descendiendo por un acantilado impresionante. Nunca he vuelto a bañarme en unas aguas tan frías en mi vida, os lo aseguro. Cuando estoy en la playa me da por recoger alguna que otra concha o piedra que posea una forma singular, una que llame mi atención por su forma, por sus colores. Me fijé mientras tiritaba en una que desde mi posición parecía una hamburguesa. Era negra, de unos diez centímetros de diámetro, redonda y achatada, y justo por lo que sería su ecuador pasaba una línea blanca de una definición perfecta. La recogí de inmediato y la guardé en el bolso que normalmente me acompaña a casi todos sitios. Cuando nos cansamos de pasar frío decidimos emprender la ascensión del acantilado, donde nos esperaba el coche. Allí nos pusimos ropa seca y comenzamos el regreso hacia Alcalá. Aún estábamos en el parque natural, buscando la carretera, cuando una furgoneta que venía en sentido contrario nos hizo ráfagas con sus luces. Mi colega se preguntó en voz alta por aquel saludo o aviso y comenzó a mirar todos los indicadores luminosos del coche sin encontrar nada extraño, y seguimos adelante. Nos cruzamos con otro vehículo que nos hizo también señales con las luces y ya nos extrañó. Algo tenía que ocurrir, pero mi amigo no veía nada raro. Después de unos minutos mirando de nuevo la temperatura, el indicador de la gasolina y demás, decidimos seguir pero alertas, porque algo tenía que pasar. A lo lejos vimos otra furgoneta roja que también se puso a hacernos ráfagas con una insistencia de la que ya no dudamos: tenía que ocurrir algo. Su matrícula era de Madrid y fuimos parando poco a poco, uno al lado del otro, para ver qué querían. El que conducía, riéndo junto con el resto de ocupantes, nos dijo: "Perdona, pero es que llevas un bolso en el techo del coche". Efectivamente. Era mi bolso. Mi bolso negro que suelo llevar a todas partes estuvo a punto de perderse para siempre con toda mi documentación, mis libretitas, mi monedero y con los últimos veinte euros que nos quedaban para echar gasolina y poder regresar a Alcalá. Lo había puesto encima del coche a la hora de ponernos la ropa seca y allí se quedó, recorriendo una distancia que calculo sería de unos tres o cuatro kilómetros por un camino de tierra, en medio de un parque natural. ¿Cómo es que no se cayó? Por mi manía de coger piedras en las playas.

Por supuesto sigo conservando aquella extraña y bellísima piedra.

...acerca de Delirium Tremens

El tiempo le asustaba. Le abrumaba es la palabra. Como ese regalo de cumpleaños tan ansiado y olvidado apenas días después de haberlo recibido. El tiempo es aquel balón de fútbol blanco de manchas negras.

lunes, 18 de octubre de 2010

Lo importante

Alguien me dijo una vez que un buen mal de muelas era más doloroso que parir. Te creo Madre. Metido en esta situación nueva para mí, me siento ante esta pantalla pensando en todo lo que ha ocurrido desde que mi abuelo se fue. Un verano entero. Un verano en el que cada mañana me he levantado intentando darme ánimos sin hallar la causa clara de por qué tendría que hacerlo. Porque no tengo motivos para estar como estoy. Porque hace dos o tres días lo absurdo y el sin sentido golpeó nuevamente mi cara con tal violencia que no pude sino llegar a la conclusión a la que siempre llego: "No te preocupes por nada porque nada tiene importancia. ¿Se hinchan tus pulmones con aire? Eso es lo que importa".

Un hombre charlaba, como digo hace dos o tres días, en la barra del bar de mi cuñao Emilio con un amigo, disfrutando supongo de una cerveza o un café, no sé, yo no estaba allí, pero esta clase de sucesos corren por el aire nada más que ocurren, y me enteré al día siguiente que, de buenas a primeras, el hombre cayó desplomado al suelo. No se pudo hacer nada por salvarle la vida. Un fulminante infarto. Estás, ya no estás. Así de simple.

Pero en este verano, lamentablemente, se han ido más personas. Algunas porque su tiempo ya no daba más de sí. Otras, por la más grande de las putadas, repleta de una crueldad infinita y sin sentido, cuando sus vidas comenzaban a florecer apenas. Tengo suerte, tenemos suerte. Y si a ella le unimos cuantas personas pueden llegar a amarnos el lote estaría completo. Es una humilde opinión que he señalado de todo un conglomerado que arde en mi cabeza. ¿Puedes leer ésto? Pues eso es lo que importa.

Ahora me levantaré de la silla y seguiré adelante. Hoy toca otra novedad. Voy a hacer mis primeras lentejas: a ver si salen buenas.

miércoles, 14 de julio de 2010

Se fue

Se fue la persona bondad
la cordura sencilla
el sentido máximo de la relatividad

se fue un segundo Padre
nuestra innata conexión
tu verdad dolorosa se fue

se fue tu siesta de sillón
tu postura inamovible
tu boca abierta
tu roncar constante vigilado por mis ojos

Se fueron mis lágrimas con tu luz
tus historias de parranda
tus sinceras carcajadas
tus chistes perpetuos

se fue el amor por la vida
el amor por tu vida
y la absoluta convicción de que
hubieras querido vivirla igual
si gozáramos de un segundo nacimiento

se fue la real importancia de las cosas
la no cabida a los arrepentimientos
el sentimentalismo de un bebé
la devoción sin límites por tu mujer/por la familia se fue

Se fue un gran trozo de mi historia.

Ya no hace falta que andes a escondidas.
Tómate todos los tintos que quieras.

viernes, 2 de julio de 2010

...acerca de Delirium Tremens

Cada vez eran más numerosos los que afirmaban enfrentarse a los problemas con sus cojones. Al más mínimo obstáculo sus cojones, que le llevas algo la contraria sus cojones, que la razón intenta entrar por algún resquicio de su cabeza sus cojones. Así podría seguir no sé cuántos kilómetros. Y en todos ellos la repulsión irremediable por un libro.

sábado, 26 de junio de 2010

Otro grande

Era yo muy pequeño cuando tuve el primer contacto con ellos. Fue en forma de pintada, sobre una cruz de piedra instalada en medio de la plaza que estaba frente a mi casa. Allí íbamos a jugar al fútbol, al tenis, a la vuelta ciclista con las chapas que regalaban con el detergente Luzil (cuando el ciclismo aún era un deporte respetado), a molestar a los vecinos, en realidad a lo que se terciara realmente, y un día descubrí un símbolo que no entendí hasta años después. Era la "A" rodeada por un círculo que comenzó a poblar desde entonces mis cuadernos del colegio. Debajo de ella otra inscripción: AC/DC. No sabía que se trataba de un grupo musical. Aquella plaza recuerdo que era frecuentada por los denominados "punkis" por el vecindario. Vivían todos cerca de allí, pero suficientemente lejos como para que sus padres no se enterasen de lo que hacían. Aparte de las pintadas se reunían para beber litronas, fumarse sus canutos y charlar, la gran mayoría de las veces acompañados con un radio cassette enorme a todo volumen. Hacían un pequeño hoyo en el suelo de albero y se ponían a lanzar duros, a ver quién era capaz de colar desde más lejos. O se presentaban con guantes de boxeo y se empleaban los unos con los otros, allí en medio del gentío que se aglomeraba de forma repentina ante tal espectáculo.

Fue ya por la época en que la heroína había acabado con muchos de aquellos seres de pelos de pincho cuando escuché por vez primera los AC/DC. Me los dio a conocer mi amigo César. Aún hoy día cuando los oigo se me viene a la cabeza la tarde que estábamos en la habitación de otro amigo, "El Durán", y su radio destartalada comenzó a despedir aquel sonido crudo, directo y sucio del disco "Blow up your video". Allí comenzó el mito. Con el tiempo fui descubriendo más discos de ellos. En aquel entonces tenían unos cuantos anteriores al mencionado, y me enteré que Brian Johnson no era el cantante original. No podéis imaginar cómo me quedé cuando escuché a Bon Scott, una voz que mezclaba a la perfección el blues y la energía de la rabia. Lástima su muerte temprana y etílica.

He de decir que aunque su lugar lo ocupe Johnson, el grupo, indudablemente, sigue teniendo su interés. Según mi modesta opinión, la fuerza, la gracia, la poca vergüenza y el descaro de Bon Scott no puede compararse con el de la gorrita tipo boina y toda la mercadotecnia que en la actualidad acompaña al conjunto. Creo que sí, que han perdido frescura y calidad, decantándose en demasía por estribillos pegadizos. Otra cosa son los riffs de guitarra de Angus. Pero eso digo, son otra cosa, son simplemente el grupo. Menos mal que eso sigue intacto casi por completo.

Esta noche AC/DC se unirá a la lista de grandes grupos a los que he tenido la suerte de ver en directo. Va media Alcalá, me refiero a gente de todas las edades que en su día quedaron cautivados por el empuje y la contundencia de sus temas. Allí puede que me encuentre con "el Durán", al que hace cuatro años que no veo, o puede que a César, quién sabe. Esta oportunidad no se presenta a menudo. Estoy escuchando mientras escribo "Baby, please don't go", la versión que realizó el grupo del clásico de Van Morrison. ¿La tocarán esta noche? No creo. No paro de morderme las uñas, impaciente.

sábado, 19 de junio de 2010

Go on

Te dije el otro día que llevaba mucho tiempo sin escribir aquí porque no sabía sobre qué hacerlo. Y la verdad es que me siento aquí sin saber cómo va a terminar ésto. Tengo que darle un lavado de cara al piso. Pero llevo varios días, desde que te vi, con tu imagen en la cabeza. Te vi afectado y yo me fui afectado, con la sensación de haber dejado tantas cosas por decir y de haber dicho otras tan innecesarias... Nos vamos descubriendo poco a poco ¿te das cuenta? Cada vez que nos vemos nos contamos detalles de nuestras vidas, de nuestro pasado, esas situaciones en las que sólo uno sabe cómo arde el fuego. Sí, me fui apesadumbrado, pero convencido de tu valentía. Eso tenía también que habértelo dicho. Sin esa valentía no hubiera llegado la fuerza justa para salir de donde estabas. Esta situación de ahora es un peaje que hay que pagar por haber andado a través de ese difícil camino. Y te digo una cosa: estoy seguro de que no soy el único que siente una onda admiración por tu entereza demostrada. La barrera del puesto de peaje comienza a levantarse, ya lo verás. ¿Y a "la otra voz"? A esa ni puto caso. En lo más indivisible del tema sólo se trata de una mala reacción química. Mira lo que dice Eduard Punset: "Yo es que lo flipo con la vida". Recibe un gran abrazo, amigo. Espero verte pronto. GO ON!

martes, 27 de abril de 2010

...acerca de Delirium Tremens

Cómo le hinchaba el alma saber que algunos seguían por ahí, intentando enamorarse por todos los medios. Recuerda ciertas épocas, cada una con sus canciones. Le daba pudor pensar que lo hiciese con añoranza.

viernes, 16 de abril de 2010

Cabellos

Sonaba la canción
con la suavidad que caía
la lluvia aquella tarde:
acompasada

y se decía dichoso
a pesar del tiempo que hacía
que nadie le acariciaba el pelo
como su padre
durante aquellas noches llenas
de pánico a las ratas
de sueños impensables aún despierto
y gritos que dividían la madrugada
pues la calma iba pareja
a sus grandes manos de albañil.

La lluvia y el recuerdo capilar
fueron sinónimos aquella tarde.

martes, 30 de marzo de 2010

España

Hace poco más de un año dejé de trabajar en un lugar donde se vendían todo tipo de materiales para la construcción. Como supongo, casi todos los negocios parecidos en este pueblo (o ciudad, según el flamante senador Limones) eran proveedores del ayuntamiento. Desde allí la encargada de compras realizaba sus consultas de precios y tarifas a los diferentes establecimientos a fin de realizar pedidos de camiones de arena, de ladrillos, de cemento, etc., para las diferentes obras que estuvieran en marcha. Esta mujer, a su vez, delegaba en unos cuantos encargados de obras repartidos por los distritos del pueblo, que eran los que, por así decirlo, estaban sobre el terreno y reclamaban el material que estimaban necesario a la citada Jefa de Compras del ayuntamiento. Ésta, con las tarifas de unos y otros de por medio, nos mandaba el denominado "vale de compra", que era como una factura, con su IVA y demás, con el importe exacto y definitivo. Digamos, por ejemplo, que se trataba de tres camiones de albero grancilla y uno de albero fino para una explanada en un colegio, cuyo importe supusiera unos mil seiscientos cuarenta euros con dieciocho céntimos. Pues bien, así funcionan las cosas:

El encargado correspondiente al distrito donde se hallaba el colegio aparecía por el polvero a la mañana siguiente de recibir nosotros el "vale", lo firmaba (haciendo ver como que el material había sido recibido) y convenía con el hombre que me pagaba digamos que un tercio de la base imponible a cambio del "favor". Tan sencillo como eso. Y ahora me pregunto: si existe esta clase de corrupción a una escala tan baja, ¿qué no habrá en esos despachos en los que se manejan presupuestos multimillonarios? ¿Tan difícil resulta ser honesto y honrado en esta mierda de país? Los últimos casos de corrupción que salen en los informativos son sólo la punta del iceberg. Dejemos de engañarnos. Aquí la cultura del trabajo no existe. Aquí lo que prima es no ser tonto, porque si tú no coges "el sobre" hay cincuentamil ansiosos por meterle mano. Tratar de vivir de forma grande pero sin esfuerzo es a lo que hemos llegado y, nos guste o no, el ideal más palpable que hay en el ambiente es el de llegar a los medios de comunicacíon, poner a parir a quien te digan a cambio de una pasta gansa mientras se va perdiendo la dignidad por el camino, o hacerte directamente narcotraficante. El dinero fácil, eso es lo que hay, eso es lo que existe, porque todo es dinero y al mismo tiempo todo es mentira. Y sobre todo triste para los que en su día tuvieron puestas todas sus esperanzas en nuestra joven democracia.

Mirad. Yo seré tonto y moriré tonto, simplemente porque sé diferenciar lo que está bien de lo que no.

jueves, 25 de marzo de 2010

Permitidme una recomendación

Se trata de una película francesa titulada "Harry, un amigo que os quiere". Llevaba años deseando verla (gracias de nuevo, internet). Me dejó estupefacto. No dejo de pensar en la interpretación de Sergi López. Es asombrosa su presencia en la pantalla. Su mirada, es la mirada totalmente imprevisible que requiere el personaje. Está perfecto, soberbio.

Cuenta la historia de dos viejos conocidos de instituto que se encuentran en los servicios de una gasolinera. Y ya no cuento nada más, no me gusta desgranar demasiado una película. Sólo diré que la inquietud e incomodidad que provoca desde el principio en el espectador es practicamente palpable. Y cuando termine puede que no volváis a ver los huevos de la misma forma, incluso algunos se atreverán a comerse uno crudo.

domingo, 28 de febrero de 2010

...acerca de Delirium Tremens

¿Qué estais haciendo hermanos? ¿Pero cómo permitís todas esas cosas? ¿Era todo esto lo que teníais pensado hace cincuenta años? ¿Pero no veis lo que está pasando? ¿Qué pensaría Ernesto de toda esta mierda que estais haciendo?

martes, 9 de febrero de 2010

Aprendiendo a insistir

Incapaz de sobreponerse. Buscando la razón de su derrota, aferrándose a ella como excusa. Escudándose en el humo. Descuidando su afectividad. Metido de lleno en lecturas copiosas se pregunta si algo realmente ha ocurrido en su vida, si no se ha tratado tan sólo de una situación lineal, continua, hasta la llegada de la hora fatídica. Y se dice que no pasa nada, que son las circunstancias del momento. Pero es que siempre fueron las circunstancias del momento. ¿O no?

martes, 26 de enero de 2010

...acerca de Delirium Tremens

Agazapado bajo un chopo esperó a que el jardinero terminara de recoger los bártulos propios de su faena. Se había quedado prendado por el buen gusto con el que había podado los setos, cortado el césped. Después de verlo desapareder por la puerta trasera de la vivienda salió de su escondrijo y saltó la pequeña verja que rodeaba la propiedad a fin de observar más de cerca los resultados de las labores de aquel empleado. En un impulso irrefrenable se echó al suelo, ante la entrada principal. Y allí se vio: Ignatius J. Really tumbado y disfrutando de aquella vista de nubes esponjosas y olor a día de piscina con la familia.

Gracias Roberto Bolaño

Quedaron en mi corazón para siempre. El coronel Aureliano Buendía y Horacio Oliveira, a través de sus andanzas y desventuras, a través de cada una sus páginas, llegaron a lo más alto, dieron en mi tecla. Muchos años y muchos otros grandes nombres han pasado desde su descubrimiento. Pero siempre esperé con impaciencia la aparición de otro fenómeno sin igual, de otra obra que hiciera remover de un guantazo en la cara todos mis cimientos. Y llegó. A aquellos que arriba menciono se les unieron Ulises Lima y Arturo Belano. Qué decir de ellos que no se haya dicho ya. Mi única intención al escribir esto es la de acordarme de ciertos personajillos (que no personajes, esa denominación la dejo para las novelas sólo) que se toman a risa eso de que uno lee. Que por qué leo... ¿Acaso se puede vivir sin hacerlo?

Una especie que se ha comprobado que fueron animales (yo afirmaría que muchos siguen siéndolo), y que hemos evolucionado hasta llegar a día de hoy, que seguimos inmersos en una continua lucha de poderes donde los que van quedando atrás son cada vez más numerosos, en un mundo donde la piedra con la que el ser humano tropieza dos veces debe de ser muy grande... Una especie que ha llegado a estos días gracias a ese sistema de comunicación creado de la nada: la escritura. Por eso creo que cuando uno lee está más en contacto con la vida, con la existencia, y al mismo tiempo se aparta de ella para adentrarse en esos otros mundos, en esas otras experiencias que releguen un poco nuestra triste realidad a un segundo plano. Y buscamos afinidades en cada expresión, con cada situación, y me maravillo ante la sencillez de la complicación de escribir, y me quedo exhausto de admiración y envidia sana en ciertos momentos que pueden hasta pillarme sentado en el váter.

La satisfacción de leer los detectives salvajes superó todas mis expectativas. Volvió a ocurrir. Se ha instalado también en el Olimpo.

sábado, 23 de enero de 2010

Situaciones

La camarera nueva le puso un cortado más que aceptable. Cogió el periódico y comenzó leerlo por el final, como siempre hacía. Dando pequeños sorbos al café trataba de poner en orden los recados que tenía que hacer aquella tarde. ¿Quieres agua?, le preguntó la camarera. Sí, gracias, le respondió él. Le puso el vaso de agua muy al alcance de la mano, tanto que creyó notar un ligero roce de sus dedos en los suyos. Echó un vistazo al resto de sus clientes y, confirmándose que todos estaban servidos, se sentó frente a él, sobre una de las cámaras para los refrescos. Él notaba que lo estaba mirando pero siguió aferrado al periódico no sin esfuerzo. Instantes después cogió su bolso y lo puso en la barra, a escasos centímetros de su cortado humeante. La oyó preguntarse ¿dónde estará el teléfono? mientras rebuscaba en el interior del bolso de forma ruidosa; juraría haberlo cogido esta mañana, comentaba como para sí, aunque él se enteraba de todo, estaban prácticamente juntos, y él en particular algo incómodo con la situación. Entonces empezó a sacar cosas y a ponerlas sobre la barra, enumerándolas en voz alta, como si estuviera haciendo una lista. A ver, el pintalabios, la agenda, mis llaves, las del coche, un boli, el monedero, la cartera, el kit de maquillaje, el tabaco... el mechero... a ver, una libretita, otro boli, otro mechero, los condones, el diafragma, las bolitas chinas, mi juguetito especial... ¡aquí está el teléfono! Voy a llamar antes de que sea más tarde. Ésto último se lo dijo a él directamente, al menos eso parecía. Era inevitable que levantara la vista del periódico y se cruzaran sus miradas, y que ella le esbozara una leve sonrisa mientras hacía retornar al bolso todas aquellas pertenencias, y que él sintiera recorrerle un escalofrío incesante desde el coxis a la coronilla y sus piernas adormecidas por un cansancio repentino e inexplicable.

Con el teléfono en su oreja izquierda se dirigió a la cocina y, antes de abrir la puerta, se volvió de nuevo hacia aquella mirada embobada, absorta, perpleja que la seguía y le preguntó ¿entras conmigo o qué?

...acerca de Delirium Tremens

A pesar de querer dormir inmediatamente el canto de las horas en la radio le advierten del poco descanso que le queda.

martes, 12 de enero de 2010

Prohibido el cante?


No sabía bien de qué escribir, pero mirando por la ventana al cielo gris que nos acompaña desde hace ya demasiado tiempo, he añorado ciertos momentos. Todos ellos tienen que ver con el sol. Es la forma más segura. Hablo de conducir, carretera adelante, inacabable, hormigón y venga hormigón en las medianas, líneas y más líneas, indicaciones en carteles pasando por encima de ti constantemente, y tú adelante, sólo adelante cantando e interpretando el "Raw power" que atrona en el interior del coche, intentando emular las barbaridades de la garganta de Iggy. Porque el disco entero está grabado en tu cabeza. Te lo sabes de pe a pa. Y el sol hace que tus músculos se encuentren sin agarrotamientos, que tus poros comiencen a exhalar cierto aroma; te hace ver los rostros sorprendidos de otros conductores cuando, en paralelo contigo, observan cómo te afanas en entonar "I need somebody, baby...".

Hubo otros momentos, tambíen con la misma banda sonora, pero iba acompañado. Y claro, no todo el mundo está preparado para esta brutalidad, para esos alaridos, para esa obra de arte, soy consciente de ello. Unos me dicen directamente "killo, quita eso"; otros "killo, no grites" cuando en determinados instantes me es imposible reprimirme; otras se me quedan mirando simplemente.

Pero en aquellas ocasiones en las que llegaba solo a casa, con la cara y la camisa empapadas en sudor, mis cuerdas vocales destrozadas para varios días, y me preguntaban que de donde venía así, yo les contestaba "del trabajo, es que vengo cantando".

sábado, 9 de enero de 2010

...acerca de Delirium Tremens

Le devolvió el espejo dos novedades inadvertidas hasta entonces: el cuerpo y la pena que acompaña a lo perecedero. Su voz púdica y una evidencia irrepetible.

lunes, 4 de enero de 2010

Una auténtica mierda

Te lo diré clarito porque de otra manera dudo que te enteres.
Dejaré a un lado las palabras sutiles
y los rodeos que a ti puedan llevar a equívoco:
Eres una auténtica mierda.
No sabes leer, escribir o expresarte
de una forma medianamente correcta
no tienes clase alguna
amor que dar y menos que recibir
solamente tienes y quieres dinero
te crees importante e intocable
pero por tus venas corre el mismo líquido
que por las mías. Te acompañan siempre el desprecio
y la prepotencia, y crees que así
todo irá viento en popa toda vela. Das pena.
A mí me das risa. A muchos de los que te conocen, asco.
Porque como ya te he dicho
eres una mierda.

Quisiera que la vida te diera un palo para bien
que te dieras cuenta de algo muy sencillo: el respeto.
Pero hace ya tiempo que perdí esa esperanza.
Pienso, a veces, que el palo
te lo tendría que dar yo
pero no creo que gane nada con ello. Así
que me sentaré aquí
y haré exactamente lo que ahora:
ganarme la vida mientras me río de ti.
Estas son las primeras y únicas palabras
que te dedico. No mereces más.

...acerca de Delirium Tremens

A la mañana siguiente leería:

"He llegado. Sí. A pesar de todo. Ellas estaban ya acostadas. Al menos tengo una bienvenida asegurada. Voy a la cocina y trato de aplacar los efectos. Hambre no tengo. Me quedo mirando al suelo y me pregunto quién ganará esta vez. ¿La mezcla idónea para sentir lo que siempre quisieras ser, o el antídoto infalible capaz de aplacar cualquier euforia premeditada...?".

En la mañana presente:

"... Mirando las baldosas también me pregunté ¿y si éste fuera tu último momento? ¿Y si éste fuese tu momento último? Hay gente que muere así. De repente. Apreté el paquete de tabaco con la mano y sólo pude pensar en llenarla de besos, agobiarla de abrazos".