domingo, 20 de diciembre de 2009

La estampita

Cuando era niño era corriente coleccionar cromos de los jugadores de fútbol de nuestra liga. En mi pequeño barrio no se les llamaba cromos, sino estampitas. Llegábamos al kiosko del moro y le decíamos al "Bardy", dame un paquete de estampitas, y lo abríamos con la esperanza de que nos tocara uno de los fichajes estrella del Real Madrid, la última adquisición del BarÇa o, por lo menos, cualquier jugador del Betis. La empresa encargada de la colección era Ediciones Este (todavía hoy funcionan), y sabía muy bien cómo limitar la tirada de ciertos nombres. Recuerdo muy bien el caso de Mágico González, cuando fichó por el Cádiz. Su estampita era imposible de conseguir. Nadie la había visto. Habían amigos que decían tener un primo cuyo vecino había sido agraciado con la suerte la tarde anterior, en otro kiosko, de otro barrio, y hasta allí se desplazaban los compradores compulsivos con sus veinte duros, para veinte paquetes de estampitas, pero Mágico no aparecía. Y el supuesto vecino del primo del amigo a veces ni existía. Se creó toda una leyenda con la dichosa estampita.

Una noche, hacía ya calor, estábamos todos cazando lagartijas con los tirachinas. Por la parte inferior de la calle Jerusalem apareció un niño vecino, pero de otro barrio. No era corriente frecuentar los barrios de los demás, menos aún por la noche. Traía en sus manos, como un tesoro inalcanzable para cualquiera, unos cromos, unas diez estampitas selectas. Venía a hacer negocios. Cualquiera de aquellas estampitas podía valer cien, doscientas, trescientas de las otras, de las normales, de las que todo el mundo tenía. Ansiosos por comprobar lo que ofrecía aquel niño mis amigos y yo nos acercamos. Formamos un corro no premeditado en torno a él y fuimos pasándonos las estampitas una a una. Entonces "El Lobo", que normalmente llevaba la voz cantante en nuestro barrio y fue el primero en tomar del forastero el taquito de cromos, exclamó con una admiración que no escapó a ninguno de nosotros: "¡¡¡Mágico González!!!!". No podíamos creerlo, por fin estaba allí, ante nuestros ojos. Todos deseábamos tocarla. Todos nos arremetíamos con los codos, con las piernas, a fin de estar cerca de la estampita. "El Lobo" se la pasó a su hermano, su hermano a mí, yo al Jaime, el Jaime no sé a quién... Allí ya se concretaban transacciones importantes. Jesus había convenido con el visitante doscientas estampitas por Gordillo del Madrid. Pero Mágico era inalcanzable. Pedía quinientas estampitas. Una barbaridad. Yo no conocía a nadie que tuviera tantas. Cuando quise darme cuenta mi hermano, que contaba con la inocencia de los seis o siete años, corría calle arriba hacia casa. Apenas unos minutos después mi madre me llamaba para la cena y me fui.

A la mañana siguiente llamaron a casa y me sorprendió otro niño, que tampoco era del barrio, diciéndome que su primo quería hablar conmigo, que estaba fuera esperándome . Yo no sabía quién era su primo. A él lo había visto por el colegio en multitud de ocasiones. Con mi inocencia de los diez u once años, salí movido por una curiosidad que nunca llegué a comprender del todo. El caso es que llegando a una esquina desde donde no se podía ver mi casa, casi sin darme cuenta, vi apresado mi cuerpo por el nuevo visitante y tenía frente a mí al de la noche anterior.<¿Dónde está Mágico González?>, me preguntó, salpicando algo mi cara. Lo entendí todo al instante. Sentí miedo, mucho miedo. Yo nunca había peleado. <¿Que dónde está mi estampita?>, me volvió a preguntar, acompañando sus palabras de ira con dos puñetazos a mi estómago. <¡No lo sé, a mí qué me dices! ¡Yo qué sé donde está tu estampita...!>, le contesté mientras, en una especie de ataque de rabia, conseguía zafarme de mi captor y correr como nunca lo había hecho hacia casa. Cuando llegué a la puerta, llamando al tiempo que comprobaba que no me habían seguido, mirando hacia atrás aterrorizado y llorando, me maldije por haber caído en una trampa tan estúpida.

Me abrió la puerta mi hermano. En sus manos llevaba un taco de estampitas de por lo menos un palmo de altura. Nunca tuvimos tantas. Nunca podíamos haber tenido tantas. Me dijo: <¡Mira, cuatrocientas estampitas!>.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

...acerca de Delirium Tremens

El pavoroso gracias al comprarle a aquel chico un periódico. Un periódico de diez páginas. La desmesurada alegría que palpó en su rostro, todo grietas al instante. Dos de inmigración ilegal. Ese complejo de inferioridad sin motivo alguno. Tres por una entrevista al defensor del pueblo. Con un solo zapato. Cuatro de publicidad. Los gestos que se podrían decir de reverencia al recibir el dinero. La última hablaba de una mujer procesada por dar de comer a uno de los recién llegados. Aquella inesperada reacción no hizo sino que acabara odiando esta puta mierda de mundo aún más si cabe.

Leonor Watling - Una voz entre millones

Sus ojos resultan más atrayentes
que la escasa luz filtrada por la ventana
en un día como hoy
y se agarra el pelo a contracorriente
pero no mira directamente al objetivo
para soportar la foto
sino dice estar confiada pero triste
tiene secretos y jamás
nadie los sabrá
y explica cada cosa por insignificante que sea
casi rompiendo a llorar
pero como ya te dice
es una mujer confiada pero triste
desde que supiera por boca de muchos
que su belleza radicaba en la fragilidad
de su rostro con el sol como adorno
sobre su nuca. - Este momento es ese porque lo veo.
Ahora mismo
parece que llueve desde hace cuatro años -.

Y arriesgó cuanto pudo para ponerse
en evidencia llamando ese paso
Marlango. Salió triunfal tal como entró.
Llevaba puesto sólo un vestido escotado
de flores
entreabiertos los labios
sin calzado los pies.
No debo ver tanto esta foto.

...acerca de Delirium Tremens

El intento por llegar a ser un alma libre y despreocupado quedó truncado el día que, al doblar una esquina mugrienta y recién meada por un pequinés, se encontró de frente con la palabra "enamorarse".

sábado, 12 de diciembre de 2009

Sonata de otoño

Bergman siempre hablaba del paso del tiempo en la piel. Quién mejor, pensaría, para hacer ese papel que Ingrid Bergman? Es increíble. Anoche estuve viendo la película y sencillamente me quedé maravillado. Qué narración más perfecta. Qué interpretaciones. Cómo hace fijar al espectador sus ojos a los ojos. Son películas así las que hacen que la realidad sea pobre. No conozco a nadie que pueda escudriñar así en su alma, en su dolor, en los arrepentimientos, en esa conciencia que por las noches impide sellar los párpados.

Se hace camino al andar, que diría aquel. Nuestro camino es una línea con múltiples intersecciones. En cada una de ellas hay un cartel colgado de un mástil en el que se lee: "Pero atente a las consecuencias".

lunes, 7 de diciembre de 2009

...acerca de Delirium Tremens

Recordaron fotos. Vieron muchos rostros que no se correspondían con la realidad de ahora. Fueron unos niños y fue ayer, pero siguen con ese romántico presentimiento de que una noche puede cambiar cualquier situación.

Fueron unos niños y fue ayer. Al menos cada uno tiene un sitio donde volver.