Primero fueron sus andares
-aquellos pasos tan cortos
sobre una imaginaria línea recta-
y el lamentable perro que siempre
comandaba el paseo pos almuerzo
poco después
al avance de los meses
con la temperatura aumentando
y el consecuente desquite proporcionado de ropa
con el adorno brillante en su asombroso ombligo
y esa manera de recogerse aquel cabello charol
delante de los imberbes pretendientes
advirtió el influjo del curso natural de las cosas
era ya toda una mujer
viernes, 2 de octubre de 2009
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