viernes, 20 de noviembre de 2009

La geometría de hacer una cama

Que los cuadritos queden totalmente perpendiculares, los de la colcha, con los bordes de la cama. ¿Dónde vas ahora? ?A poner música? ¡Anda! Y encima el Tom Waits ese. No sé cómo te gusta un tío pegando voces.

Las sábanas, primero extenderlas bien , no sin antes sacudirlas del polvo, pelos y otros elementos indeseables que hubieran venido anoche pegados a nosotros, a nuestros pies, en nuestro pelo. Eso es. Muy bien. Y ahora extiende la colcha. Así. No, no no. Ten cuidado. Por la parte izquierda tiene por lo menos dos palmos más que en la derecha. No, esa es tu izquierda, la izquierda de la cama. Esa, sí.

Ahora doblas la colcha en la parte superior y tiras de ella hacia abajo hasta que mida un poco más que la anchura de la almohada. No, un poco más. ¿Es que no ves la almohada? Pues calcula a ojo, más o menos.... sí, así, vale.

Las almohadas también tienen que sacudirse. Las coges así y le vas dando golpecitos con las manos sin que se te caigan ¿vale?. Eso, así. Las ponemos del revés en la parte que doblaste antes y volvemos a poner la colcha extendida, de forma que las almohadas quedan debajo. Ahora los cojines. Pon uno encima del otro pero sólo por los extremos. No, así no. Así, que se toquen únicamente los picos de ambos. Así, perfecto. Ahora sólo queda el peluche. ¿Dónde está el peluche?

viernes, 13 de noviembre de 2009

...acerca de Delirium Tremens

Había pasado frío durante la noche. Tanta cama para uno solo...

Tocaba renovar el sustento estatal temporal. Y a seguir...

I got the soul...!!!

martes, 3 de noviembre de 2009

Vaya descubrimiento



La pregunta que no alcanzaba a dar forma desde pequeño acerca del mar era bastante simple: ¿cómo es posible tanta agua? Supongo que nuestra chiquitita habrá tomado el mismo camino. Lo primero fue la arena. Cuando posó sus pequeños pies en aquella nueva superficie la expresión de sorpresa en su rostro fue inmediata. No paraba de alternar miradas a sus pies y a nosotros, asombrada. Conforme nos acercábamos a la orilla la tonalidad y densidad de la arena iba cambiando, hasta llegar a esa empapada y compacta que trata de atraparte los pies sólo unos centímetros, como advirtiéndote, si sigues avanzando, que lo siguiente es el agua. Nos paramos un momento a que ella viera bien la inmensidad de lo que tenía delante. No podía dejar de mirarla. Habíamos ido allí por ese momento, por ese instante. Como con casi todo lo nuevo para ella exclamó " iraaaa!!!" mientras señalaba aquel panorama inédito a sus ojos con su menudo dedo índice. Qué bien señala las cosas que le interesan. Cogía puñados de arena entre sus manos y nos miraba como preguntando qué era aquello, y se quedaba observando el sonido rompiente de las olas, y reía y hacía aspavientos síntomas de una alegría confusa. Hasta que decidió por sí sola que ya era hora de contactar con aquel agua que trataba una y otra vez de alcanzarla. La acompañábamos detrás, no fuera a caerse, y cuando sintió el lamido del agua bajo sus pies por vez primera soltó un gran OOOHH!!! Pensé que nada como la imagen de aquel momento para demostrar la admiración que puede llegar a sentirse por algo. Parecía que estaba escrito en un guión. Fue perfecto. Pero mejor fue cuando la ola, ya muerta sobre la orilla, iniciaba su retirada y hundía un poco más sus piesesitos, poniendo en cuestión su inexperto equilibrio y produciéndole esa especie de mareo tranquilizador y sedante. Entonces comenzó a carcajear ante nuestras miradas llenas de un sentimiento histórico, de trascendencia. Al fin se materializaban nuestras pretensiones con aquella fugaz visita al Puerto de Santa María. Recordé de inmediato la sensación primera que tuve con el mar, de chico, aquel primer cosquilleo de sal, arena y agua en mis tobillos. No esperó más. No pudo esperar más. De repente corrió con decisión hacia el mar, con los brazos abiertos, como queriendo abrazarlo, como queriendo agradecerle. Y cada vez que una nueva ola llegaba a su encuentro nuestros sentidos recibían la alegría y el júbilo más sincero que hasta ahora hayamos presenciado.

Un día irrepetible y único. Como cada ola que empapó la ropa de nuestra chiquitita.